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El primer día, la gran odisea y un descanso mas que merecido


El primer día... El primer día después de tantos meses de espera; el primer día en el que volveremos a pisar Lisboa, una de las ciudades mas jóvenes modernas y bohemias que he encontrado por Europa.

Me encuentro con Andrea (mi compañera de clase que me acompañará en esta aventura por la ciudad lusa) en el Aeroport del Prat 2 horas antes del despegue. La veo contenta y risueña, a decir verdad me esperaba que estuviese algo melancólica... Eso me anima.


Llegamos a la puerta de embarque sobre las 2 del mediodía, 20 minutos antes del embarque y no vemos cola:

-Mira, los últimos.

Dice una de las azafatas que nos chequea los billetes.

Efectivamente, nos hemos liado con la hora y, sin darnos cuenta, un poco más y perdemos el vuelo. ¡Una primera victoria para nosotros! (aunque sea por azar).

El vuelo es tranquilo, el cielo está despejado y el día es soleado y caluroso. Apenas una hora y media después estamos aterrizando en el paraíso del que nos despedimos 3 meses atrás.


Llegamos. Ella lleva dos maletas y yo una enorme: Empieza la odisea.

Nuestros caseros del Airbnb que alquilamos desde Barcelona nos dan instrucciones a través de whatsapp de como llegar al piso alquilado:

-Linea roja hasta Sao Sebastiao. Y allí cambian para la azul hasta Santa Apolonia.

Parece fácil...

Hasta que nos damos cuenta que tenemos que hacer toda la linea roja de lado a lado y 3 cuartas partes de la azul, en un metro que pronto se llenará de gente que mira con cierto recelo las infinitas oleadas de turistas que llegan a la ciudad.


Una hora y unos cuantos empujones después llegamos a la estación de destino.

Siguientes instrucciones de Samantha y Nuno:

-Cuando bajen del metro hay que salir por la puerta de los trenes. A la derecha una pequeña cuesta. La 2a a la izquierda y después en la vifurcación toman la derecha.


Vuelve a parecer fácil...


Al salir miramos a la derecha: "Una PEQUEÑA cuesta"... ¡UNA PEQUEÑA CUESTA!

Para los portugueses Godzilla debe ser una lagartija.

Subimos con las enormes maletas como podemos, sudando como si no hubiera un mañana.

Llegamos al sitio: No hay ascensor y Andrea no puede subir sus maletas por los 3 pisos de empinadas escaleras. Termino empapado en sudor y notando como mi esqueleto entero se fuera a partir en pequeños trozos.


Sam y Nuno resultan ser una pareja encantadora, y el piso esta bastante bien.

Nos damos una ducha que sabe a lluvia de dioses y ya mas relajados decidimos ir a comprar comida para 5 dias.

De camino al supermercado el cansanció y el dolor desaparecen y vuelvo a recordar porque esta ciudad me enamoró tanto. Pasamos por uno de los miradores que esta junto al castillo de San Jorge y vemos toda la ciudad a nuestros pies y la desembocadura del río Tajo en un imponente e infinito océano Atlántico. Son las 7 de la tarde, las calles están llenas de gente feliz y dicharachera, el Sol calienta pero no quema, y Andrea ya esta grabando algún vídeo que subirá a alguna red social, me hace participe y dibujo una de mis mejores sonrisas para la cámara.

La veo contenta mientras corretea a mi alrededor, y yo me siento contento.


Hogar dulce hogar.






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